Hallazgos

El hallazgo central de la teoría del Cultivo televisivo fue que, en efecto, los consumidores “ávidos” de TV (aquellos que se exponen más de cuatro horas diarias) tienden a reproducir un ideario similar que es propuesto por el sistema de mensajes que emanan de las grillas.

Sin embargo, la idea de aculturación no es concebida como un efecto unidireccional que va desde los medios a las personas. Es, más bien, un "proceso gravitacional" en el que “el ángulo de dirección de la «atracción» depende de si el grupo de espectadores y sus estilos de vida están alineados con el eje de gravedad o predominio del mundo de la televisión. Cada grupo puede tomar una dirección distinta, pero todos los grupos se ven afectados por la misma corriente central” (Gerbner et al, 1996, p. 44).

Asimismo, la aculturación está mediada por variables sociodemográficas que instauran diferencias entre los sujetos. En tanto, la naturaleza de los temas puede generar un efecto de resonancia que instituye percepciones divergentes entre las personas. Por ejemplo, si bien los investigadores han demostrado que los medios promueven la sensación de estar expuestos de manera permanente al delito debido a una sobreexposición del crimen respecto de las cifras reales de victimización, se constató que los individuos que viven en barrios o entornos violentos ven aumentado este temor, por lo que la experiencia personal incrementa la percepción de vulnerabilidad promovida por los medios.

En resumidas palabras, el proceso de Cultivo impacta de lleno en la propia cultura de los sujetos. La experiencia directa y otros factores sociodemográficos pueden actuar como cajas de resonancia de ese impacto o como atenuadores, según el caso. Sin embargo, todas las personas están expuestas, con mayor o menor grado de atracción, al proceso gravitacional de aculturación promovido por el consumo mediático.