Primero y segundo nivel del efecto de agenda
Desde hace décadas existe un debate sobre si los medios son objetivos al elegir qué acontecimientos son lo suficientemente importantes para convertirse en noticia. Con el tiempo, esa discusión teórica terminó por confirmar que los medios no son simples testigos de lo que sucede. No pueden ser objetivos cuando dan a conocer ciertos hechos y ocultan otros porque, como cualquier otra institución, actúan en función de sus ideas y sus valores, y se mueven con base en ciertos intereses políticos y económicos. Estos valores quedan condensados en lo que se conoce como línea editorial. Precisamente, es desde esa línea editorial que los medios deciden a qué asuntos darle importancia y convertirlos en noticia, cuáles omitir y dejar fuera de sus agendas y cuáles tratar de manera superficial. Estas decisiones son propias del trabajo periodístico y quedarán expresadas en la forma en que los medios cubran un asunto público.
Cuando hablamos de la cobertura que un medio hace de un tema nos referimos a cómo construye su agenda. El término agenda es definido como un conjunto de cuestiones comunicadas en función de una determinada jerarquía.
Lo cierto es que del total de información que llega a los diarios, las revistas o los noticieros de radio y TV desde distintas fuentes (como agencias de noticias, oficinas de prensa de instituciones públicas o privadas, organizaciones sociales, redes sociales, entre otros), solo una porción pequeña integra la agenda de temas de esos medios. Esta cobertura mediática de los acontecimientos, incluyendo ciertos hechos y omitiendo otros u otorgándoles mayor o menor jerarquía, influye en la imagen que nos hacemos de la realidad política y social y, por ende, condiciona la experiencia que la gente tiene de su entorno más allá de sus propias vivencias. Esta última afirmación se encuentra en la base de lo que se denomina teoría de la “Agenda setting” o teoría del “Establecimiento de la agenda”. De ella hablaremos en el próximo apartado.